Alacena / De Asia a las costas de Nayarit
Lo que más me gusta de viajar son los nuevos descubrimientos que, desde que empacas la maleta, sabes que están esperando en el destino a visitar. Así me sucedió con la yaca, (o yaka) una fruta que conocí en mi reciente viaje a algunos destinos de Riviera Nayarit. En la carretera que va de Punta Mita a San Blas, más o menos a la altura de Guayabitos, conviven una gran cantidad de paradores que ofrecen al viajero una oportunidad de detenerse a estirar las piernas, comprar dulces regionales y souvenirs, o de calmar la sed con un agua de coco.
Me maravillé con las pencas de plátano y los racimos de coco que cuelgan del techo al suelo, pero mayor fue mi sorpresa cuando descubrí la yaca y su peculiar sabor. Esta fruta, verde por fuera, ovalada y con protuberancias que parecen espinas, tiene unos 25 cm de diámetro aproximadamente, por lo que cada una puede llegar a pesar unos diez kilos (se han registrado ejemplares de hasta 50 kg). Su aspecto exterior dista mucho de la bondadosa pulpa que se encuentra en el interior. Por dentro tiene unos gajos color amarillo, suaves y jugosos. Lo interesante de esta variedad es que, al primer bocado, te hace pensar en otras frutas que seguramente has probado antes: mango, naranja, plátano y algo de maracuyá o guanábana.
Es popular en países como Vietnam, Tailandia, Indonesia y Bangladesh; de los últimos dos, es la fruta nacional. En México se produce principalmente en los estados de Nayarit y Colima, aunque toda la costa del Pacífico ofrece las condiciones idóneas para su cultivo.
Su intimidante aspecto no debe ser una limitante para probarla, si bien puede consumirse los gajos con chile y limón, las posibilidades para utilizar la pulpa de este exótico alimento no acaban ahí. En la región se elabora pan de yaca, agua de yaca, mermeladas, dulces, paletas de hielo, helados y su consumo ha sido tan bien aceptado que seguramente el ingenio mexicano encontrará pronto otras diez maneras de “sacarle jugo”.
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